Salimos del P.N. del Gran cañón por la salida este en dirección a Page, donde tenemos reservada una visita al Antelope Canyon a las 11’30 h. en plena reserva de los indios navajos. De hecho, las empresas que ofrecen esta vista son de los indios navajos, o al menos, eso dicen.
Vamos muy bien de tiempo y decidimos parar unos kilómetros antes de Page para ver el Horsesbend del Río Colorado, un sitio donde el río hace una revuelta en forma de herradura. Hemos leído que aunque el sendero para llegar hasta allí es corto, suele hacer bastante calor. Así que mejor hacerlo tempranito. Nuestro gozo en un pozo: están arreglando la carretera y nos desvían por otra. Total, 100 kms más. Imposible hacer la excursión al Horsesbend por la mañana pero...¿llegaremos a tiempo para la vista al Antelope Canyon?
A las 11 a.m. llegamos a Page, nos presentamos en la oficina de la empresa que nos llevará al Antelope Canyon y para hacer tiempo nos damos una vuelta y echamos gasolina.
A la hora indicada nos presentamos en la oficina: hay como 50 personas o más, y entre ellos un grupo de japoneses con máscaras, gorras y pañuelos grandes por encima de la cabeza. Esta gente es increíblemente histérica: ¿dónde pensarán que vamos?
Una chica navaja (que no es lo mismo que una navaja chica) nos dice que nos montemos en unas camionetas de ruedas enormes, se pone al volante y nos lleva al destino. Cuando dejamos la carretera nos metemos por unos ríos de arena en el que el coche, de vez en cuando, hace amagos de quedarse atascado. Se comprende ahora el tamaño de las ruedas... Por fin llegamos. ¡Vaya calor ! Y es solo mediodía.
Antelope Canyon tiene fama de ser una de la visitas más espectaculares del Oeste americano, sobre todo si la haces a la hora en el que el sol entra dentro del canón. Parece mentira cuando te bajas de la camioneta y ves esa pequeña hendidura en la roca, que eso pueda contener tanta belleza.
Guiados por nuestra india navaja entramos en el cañón. De inmediato la temperatura baja. Menos mal...
¡¡¡ Vaya tela !!!. Aquello es precioso, una auténtica sinfonía de colores rojizos y rayos de sol que penetran en el cañón desde lo más alto. La guía de vez en cuando para y tira arena hacía arriba para que el polvo dibuje el haz de luz que entra desde lo más alto. Espectacular.
A pesar de que es la hora de mayor concurrencia y que aquello está “petao” de gente, los guías se lo organizan para que podamos hacer fotos sin que nos molestemos unos a otros.
Hacemos la ida y la vuelta y regresamos a la camioneta. Otra vez el intenso calor nos castiga a tope.
Compramos algo de comer el Page y un par de cervezas.
¿Qué hacemos ahora? ¿Vamos o no al ver el Hosesbend con este calorazo?. Al final decidimos que si: iremos despacito y cargados de agua. Localizamos el sitio y dejamos el coche en el parking. Tres botellas de agua y despacito nos encaminamos hacia el sitio. Efectivamente el Horsesbend (traducido=herradura) es algo espectacular: una revuelta que hace el Río Colorado que en esa parte es de color verde esmeralda. Unas fotos y emprendemos el regreso al coche. Total, algo menos de una hora de camino de ida y vuelta, un calor del copón, pero ha merecido la pena el esfuerzo.
Nuestra siguiente para es Monument Valley, ese sitio que estamos hartos de ver en las películas de cowboys.
Llegamos, tras un pequeño despiste, sobre las siete de la tarde. Pagamos la entrada ( es una reserva de los indios navajos) y tras hacer una corta visita al único hotel que hay allí, The Wiew, nos metemos en una ruta 4x4 por todo el valle. Son 27 millas en total de una ruta circular. Empezamos con ganas pero al poco se nos ocurre que si la hacemos entera se nos va a hacer de noche, así que mejor volver y ver el atardecer desde el hotel.
Sentados cerca del hotel, vemos un magnífico atardecer y para acabar la tarde cuando el sol se pone unos indios navajos hacen una ceremonia con cánticos incluidos.
Ya casi de noche nos vamos hacia Mexican Hat, donde nos alojaremos en el Hat Rock Inn Motel, que nos gustó mucho. Habitación grande, cama king size, limpio y junto al Río San Juan. Por cierto, en recepción tienen un grifo de bañera para explicarte cómo funciona. Y menos mal...., porque el sistema se las trae.
Y para cenar nos acercamos al restaurante The Swingin’ Steak del que hemos leído algo en internet. Allí un vaquero te hace un fantástico steak en una parrilla basculante; por eso lo del “swing”. Fantástico, algo caro, pero un steak de primera acompañado de abundante cerveza para quitarnos el calor que habíamos pasado a lo largo del día.
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