Nos levantamos en el
Hotel con encanto Casa Juan, la mitad del grupo, pues la otra mitad tuvieron
que desplazarse al Hotel Tabarcan en Mhamid. Lo primero que hacemos es echar
unas fotitos a los niños que viven junto al Hotel y ver la cara de felicidad
que ponen al recibir juguetes, calzado y caramelos.
Más tarde desayunamos
unas excelentes tortitas, miel, mermeladas, frutas y bizcochos caseros en el
patio interior del Hotel. Los niños están encantados con los ocho cachorros
que tiene la perra de Juan Antonio.
Esperamos la llegada
del resto de los Patos y Juan Antonio haciendo las veces de guía, nos
acompaña hasta Nesrate (primer pueblo al que llegaba las caravanas desde el
desierto) al que accedemos todo el grupo vestidos de azul, en un paseo por
las dunas salpicadas de palmeras, sin dejar de hacer fotografías y concursos
de carreras sobre la arena.
Después iniciamos la
ruta llegando a un pueblo en el cual hay obras y está cortado el camino;
luego logramos pasar y llegamos a una zona en la que Pato Azul reconoce que
está complicado seguir. Menos mal que no continuamos, porque de repente se
desata una tormenta de arena y a continuación empieza a llover y a granizar.
Más tarde paramos a
comer y decidimos tomar un té en el Hotel Tabarkat. Cuatro patos van a
inspeccionar la zona de acampada pero no tardaron en volver acompañados de la
segunda tormenta del día.
Al final nos quedamos
en un albergue en Mhamid que nos permitió hacer nuestra barbacoa a demás de
ofrecernos harira, frutas y té. Fue una decisión muy acertada de nuevo, nos
lo pasamos en grande con fiesta moruna incluida y escuchando chistes regados
con licores varios. Esa noche todos los patitos y los Patoasaharagüi
decidieron dormir en jaimas, muy contentos hasta que la tercera tormenta hizo
acto de presencia, cuando ya dormían y aquellas bonitas jaimas calaron y los
patitos asustados llamaron por el walkie a sus papás, aunque alguno de ellos
ni se inmutaron. Dos de las mamás patas salieron corriendo como alma que
lleva el diablo a socorrerlos, muertas de la risa, con la compañía de
Patosaharagüi con su chaleco (por supuesto) para constatar de que todo estaba
en orden y oyendo de fondo ¿y qué hacemos con los niños? ¿Y con los sacos? ¿Y
qué? ¿Y qué? ¿Y qué?
Por fin todos los
patitos se colocaron en sus lugares correspondientes y durmieron como
angelitos, aunque la pobre Patasaharagüi terminó en su coche sin pegar ojo.
¡¡¡¡Una noche
inolvidable!!!!!!!!!
Equipo
Patobomb
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