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CRÓNICA DÍA 4º

 

Fez-Errachidia

 

Quedamos a las 7'00 de la mañana en el restaurante del hotel para desayunar. Estamos completamente descansados, ya que nuestro reloj biológico todavía sigue el ritmo del horario español, donde son 2 horas más.

 

Para sorpresa de los Discopatos, ya que éramos neófitos en este tipo de viaje por Marruecos, los 6 coches aparcados en la calle y cargados hasta las trancas, estaban intactos. Más tarde nos daríamos cuenta, que es algo normal, y que teniendo un vigilante, nadie toca los coches.

 

Sin perder mucho tiempo, aunque sí alguna riñonera, nos ponemos en marcha, pues nos espera la ruta más larga de todo el viaje por Marruecos, y cuya preparación le había dado tantos quebraderos de cabeza a Luis las semanas previas.

 

Comienza el ascenso por el Medio Atlas y nos sigue sorprendiendo la frondosidad de los bosques, pero al llegar a Ifrane tenemos que hacer un verdadero esfuerzo mental para no olvidar que estamos en el Atlas en lugar de los Alpes. Todo el lugar es de estilo suizo con amplias avenidas, jardines y chalets con tejados de pico de dos aguas.

 

Las gasolineras son modernas con varios surtidores y aprovechamos para repostar.

 

Pasador Azrrou nos adentramos en el Parque Nacional de Ifrane, una de las mayores y más espléndidas reservas de cedros, en busca del cedro de Agrou, que se supone que con sus 37 m de altura, es el más grande del bosque. Lamentablemente descubrimos que está seco. Y debe llevar seco mucho tiempo, dado que el resto del bosque de cedros tiene prácticamente la misma altura o más, lo que lo convierte, debido a la plasticidad de estos árboles en un lugar imponente.

 

Las colonias de macacos hacen las delicias de pequeños y mayores y el kilo de cacahuetes, así como los plátanos cayeron en un abrir y cerrar de ojos.

 

Continuamos nuestra ruta en busca del cedro milenario, pero la pista que debemos coger está cortada y tomamos otra alternativa. Pato Trasto y Discopato nos adelantamos para inspeccionar la zona y con alguna dificultad encontramos finalmente a este longevo árbol. Es algo más alto que los demás y su corteza es grisácea y mucho más arrugada.

 

Los demás deciden no entrar y aprovechando que Inesita está dormida continuamos camino por pista a través de unos espectaculares paisajes con gargantas y frondosos bosques.

 

Tras la comida-rengue de rigor llegamos a unas zonas algo más agrestes con casas aisladas de adobe, y donde las condiciones de vida de la gente tienen toda la pinta de ser muy, muy duras.

 

Pato Rojo decide que es un buen sitio para dejar uno de los bolsones de ropa que llevaba, ya que por aquí pasan menos turistas.

 

Se lo deja a una niña adolescente que se veía a cierta distancia y que vino corriendo a recogerlo. Paramos en unos cuantos lugares más y los "Patos veteranos" repartieron ropa y zapatos. Los "Patos neófitos" experimentamos por primera vez esa extraña sensación, que luego se repetiría tantas veces, de profunda tristeza al marcharnos, por no poder hacer más por esta pobre gente. Por unos momentos reina el silencio en nuestras emisoras.

 

Unos kilómetros después nos adelantó un TT francés, que se metió entre 2 casas a toda velocidad, le espantó un burro a un señor que lo traía atado a una cuerda, lanzó caramelos a los niños por las ventanillas con el coche en marcha y nosotros nos paramos ante el desconcierto general que había provocado. Finalmente nos pareció que no se había llevado a nadie por delante y cuando se marchó a todo trapo, continuamos nuestra ruta.

 

El punto más alto del recorrido que hicimos se sitúa a 2.100 m, donde encontramos zonas con algo de nieve, aunque sorprendentemente no hacía frío.

 

Ya descendiendo por el otro lado de la montaña se nos hace de noche, pasamos junto a las gargantas del Ziz sin ver el fascinante paisaje que nos estábamos perdiendo y que no veríamos hasta la vuelta. Comienza a llover, pero sigue habiendo bicicletas sin luces y coches averiados en medio de la carretera.

 

Tuvimos que adelantar a un camión con un cargamento de paja que abultaba más que el propio camión y con el aire se mecía de lado a lado. Pato Trasto, que iba el primero tuvo que esquivar un burro que estaba en medio de la carretera y apenas se apreciaba su silueta.

 

Finalmente llegamos cansados pero contentos al hotel Kenzi Rissani en Errachidia, donde nos esperaba un excelente tagine de cordero con ciruelas.

 

La presentación de los plátanos del postre era un poco extraña, pero sirvió de regocijo general, como no podía ser de otra manera, con unos compañeros de viaje tan simpáticos, como los que nos hemos buscado.

 

Mención especial se merece Inesita 4x4, que con sus sólo 4 años, se comportó como una aventurera veterana, este día y todos los demás, mostrando a todas horas un excelente humor.

 

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