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CRÓNICA DÍA 3º Restinga a Fez Nos esperaba un día de esos en los que hay que regatear y hacer compras.
Accedemos a la Medina y recorremos sus puestos y tiendas, en una de las casas están haciendo pan en uno de los pocos hornos que hay No nos podemos resistir y compramos unos panes para luego la comida. Seguimos avanzando y entramos en un telar de alfombras. Inés consigue un regalo en forma de pulserita y nosotros empezamos con nuestra cruz de ver fabricas de alfombras. Atravesamos unas calles muy coloridas por sus puestos y llegamos a una cascada que traza el río a su paso por el pueblo y que sirve a la vez de lavandería, donde las mujeres hacen la colada y los turistas retrocedemos en el tiempo a lo que nuestras abuelas y algunas madres seguro que alguna vez hicieron. Después de las correspondientes fotos nos encaminamos a los coches para seguir ruta y descansar.
Ya en los coches
retomamos carretera hacia Ouzzane, pero hacemos un alto para un rengue en una
explanada al lado de la carretera y la prolongamos empalmando con la comida. Los
lugareños quedan alucinados por nuestro campamento improvisado y son múltiples
las bocinas de los vehículos que pasan a nuestro lado. Una vez repuestas las
fuerzas partimos hacia Fez, pasando por Ouzzane, aunque no paramos en dicha
ciudad. Tras cerca de 200km. Llegamos a Fez. Juan parece acordarse de la entrada a la plaza donde está la medina y nos guía hasta allí. Una vez en la plaza aparcamos los coches y ya nos están ofreciendo el cuidárnoslos y el guía para visitar la medina. Después de pactar las tarifas nos disponemos a visitar la medina más antigua de Marruecos, declarada patrimonio de al humanidad por la UNESCO. Las calles, sinuosas y muy estrechas, y las casas muy altas, acrecienta la sensación de estar en otro mundo. Espejos, perfumes, gallinas, palomas, plata, oro, babuchas, sandalias, chilabas, tambores, verduras, frutas, alfarería, cerámica, forjados, especias, cereales, libros, cristalerías y todo lo imaginable, todo está aquí. Algún que otro burro transitando al lado de los paseantes, un espectáculo maravilloso.
Una vez reagrupados nos
fuimos hacia los coches cuando nos sorprendieron con más tiendas de alfombras que nos
negamos a ver. Decidimos poner la directa para llegar a los
vehículos y dirigirnos al hotel a descansar y reponer fuerzas. Se notaba el
cansancio en los cuerpos al tener que subir cuesta arriba para llegar a la
plaza, y la que más lo notaba después de un largo día era Inés. Ya en los coches, el caos para salir de la plaza fue total, pues la noche se nos echó encima y el cansancio, parecía nublar nuestras reacciones. Antonio tomó el mando del grupo y nos guió hasta el hotel Sofía. Una vez allí el ritual de pactar con el vigilante del parking, rellenar los datos en recepción y repartir las habitaciones, lo cogimos con verdadero placer. Después de una ducha rápida y de reunirnos a cenar, Montoro y Gerardo ofrecieron su habitación para planificar la etapa del día siguiente, amenizada por un Nestea, un agua de fuego y unas risas hasta que el cuerpo dijo a dormir. Hacer una mención especial a Inés por su aguante; recordad que solo tiene 4 añitos y que muchos de nosotros en su situación seríamos unos quejicas, yo el primero.
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