Día 6º: 7 de abril

Salimos directamente en dirección a la playa por una pista rápida siguiendo unos waypoints que nos ha facilitado Juan Arnet.

Llegamos a la playa, vadeamos el río y llegamos a la arena seca. Parada, reagrupamiento y pasamos a la arena húmeda. Una breve sesión de fotos y a correr por la playa llegando a alcanzar velocidades de 150 kms/hora e incluso más. Una auténtica gozada.

Hacemos una breve parada en un

barco varado y seguimos hasta el final de la playa donde encontramos otro barco varado en el cual nos hacemos más fotos. Un pescador nos ofrece pescado. Aprovechando que llevamos las parrillas de la barbacoa decidimos comprarlo: lubinas, lenguados etc… a un precio de risa.

La marea empieza a subir y decidimos remontar el río que sale junto a una torre. Al principio la ruta está muy bien pero a medida que nos adentramos la pista se hace más incómoda y el paisaje más feo. Decidimos volver a la playa y montar el campamento para comer.

Un grupo en el que está Carlos se adelanta y oye decir a Gregorio que es una gozada subir el coche por las dunas que nos acompañan durante toda esta ruta. No corto ni perezoso Carlos decide remontar una duna acercándose a ellas por un terreno aparentemente seco. Cuando está a unos cinco

metros de la duna su Toyota se hunde en el terreno como si fueran arenas movedizas. Pide auxilio y Nani, entre otros, se acerca a auxiliarle. Resultado: el coche de Nani se queda también atrapado.

Cuando llegamos el grupo de detrás la situación es dramática: dos coches hundidos hasta las trancas en una arena mojada. Nervios, carreras y una pregunta que nos preocupa a todos: ¿ seguirán hundiéndose los coches?.

Un primer intento de sacar los coches con el winch resulta en vano. Al final optamos por eslingar el coche de Carlos tirando de él nada menos que cinco coches. Una maniobra complicada pero que gracias a Dios dio resultado: el coche de Carlos es desatascado. Se repite la operación con el de Nani y sale a la primera. Felicitaciones y caras de tranquilidad y satisfacción.

Seguimos bajando hasta la playa. Cuando llegamos allí unos deciden darse un baño y otros comienzan a preparar la barbacoa: pescado, panceta y chorizos forman parte de la misma. Un lujo asiático en medio de una playa

increíble.

Cuando estamos en plena comida llegan los catalanes del día anterior. Pasan por delante de nosotros sin decir ni hola. Han llegado por carretera y han bajado a la playa por el cauce del río. Paran a nuestro lado, se acercan a la orilla y ven que la marea está alta. Tienen que esperar como nosotros. Al rato deciden remontar el río sin hacer la playa. Se marchan como llegaron: sin decir ni adiós. Todo educación y amabilidad como puede verse.

Tras la barbacoa, chistes y abundantes

libaciones de bebidas espirituosas. A las 18’30 h. decidimos regresar por la playa. La marea ha bajado y está anocheciendo. La vuelta es alucinante: casi de noche y con una bruma que le da a la playa un aspecto fantasmagórico. Parece un sueño. Todos enfilamos la playa con nuestros coches y en un tiempo que se nos hizo cortísimo llegamos a la salida.

Vuelta al albergue por la pista rápida ya de noche y llegamos al albergue. Allí nos dan el disgusto del día: los muy mamones han alquilado una de nuestras habitaciones a otra persona. Discusiones con el encargado ( un gentuza), cabreos etc.., en fin, esto es Marruecos. Al final tres de los equipos tienen que dormir en lo que de forma eufemística llaman el “motel”: unas habitaciones sin baño que más bien parecen una cuadra.